He de aclarar desde el inicio que, quizá decepcionaré las expectativas de algunos o tal vez de todos los aquí presentes, pues no hablaré desde vastas teorías ni densas disertaciones literarias, filosóficas o pedagógicas acerca de lo que se puede configurar como canon literario en la escuela. Y esto se debe a una razón primordial: cada vez me convenzo más de que, como dicen varias voces, la literatura no se enseña ni se impone y en ese sentido mal haría en postular una especie de manual de lo que se debería leer o realizar un Index de lo que no se debe proponer como lectura en el aula. Lejos de esas pretensiones prescriptivas, hablaré más desde mi experiencia como docente en los diferentes niveles de educación (que no sé si sea importante pues no pasa de ser una simple anécdota), pero sobre todo hablaré de mi experiencia como lector.
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