En la condición multiétnica y multicultural de los países latinoamericanos , se muestra apremiante el desarrollo de una educación científica intercultural, que coloque en diálogo distintas formas de conocimiento, y reconozca posibles relaciones entre ellas. Esta situación tiene que ver tanto con procesos de reconocimiento y valoración de la diversidad cultural, y conservación de los conocimientos locales y tradicionales, como con el establecimiento de vías para que las distintas poblaciones y comunidades tengan acceso a conocimientos científicos y tecnológicos, que contribuyan en la constitución de medios para su empoderamiento e inclusión social (El-Hani e Bandeira, 2008), de modo armónico con su contexto ambiental y socio-cultural, y con las formas de conocimiento propias de cada comunidad. Tratase, así, de investigar maneras de consolidar el difícil imperativo intercultural de propiciar en las personas y en los grupos sociales “el derecho a ser iguales cuando la diferencia los inferioriza, y el derecho a ser diferentes cuando la igualdad los descaracteriza” (Sousa Santos, 2001, p. 38), situación que, a nuestro criterio, abre posibilidades para el reconocimiento de relaciones entre distintas culturas y formas de conocimiento durante el proceso de enseñanza y aprendizaje de las ciencias. Tratase, además, de “formar ciudadanos ligados a sus raíces y vinculados al mundo” (Rojas-Curieux, 1999, p. 58), y buscar posibilidades de interacción entre sujetos y culturas diversas, a través del encuentro con el discurso científico escolar (Candau, 2006). Como discute Paulo Freire (2005), a través del diálogo las realidades son desveladas y los actores que participan en los procesos educativos pueden tornarse críticos y reflexivos, creando oportunidades para una mayor autonomía y emancipación.