Después de presenciar situaciones sociales injustas a lo largo de mi vida en las noticias y en mi contexto inmediato, empecé a preguntarme sobre las raíces de tales problemas sociales. Con años de aprendizaje, me di cuenta de la importancia de explorar cómo opera el poder en la sociedad. Cuando refiné mis intereses de investigación, me interesé en cómo los desequilibrios de poder se han producido históricamente en la dimensión del género, cómo la heteronormatividad impregna el aprendizaje de un idioma, ya que se produce en y a través del lenguaje (Castañeda-Peña, 2008).

De hecho, “cuando tratamos de entender la dominación masculina, es probable que recurramos a modos de pensamiento que son producto de la dominación” (Bourdieu, 2001, p. 5). En otras palabras, al comprender el discurso de la dominación patriarcal ejercida a través del lenguaje, podemos empezar a entender cómo se producen otras formas de dominación colonial y podemos actuar sobre ellas desde una perspectiva decolonial.

Encontrando alternativas a la dominación de la corriente principal: El Tercer Espacio surge en subjetividades de género. Este estudio surgió después de notar que algunos estudiantes asumían que un buen estudiante es general- mente un hombre. Durante una clase de inglés intermedio, mostré un ejemplo de un texto que los estudiantes debían escribir, uno de los estudiantes dijo: “Es un escritor realmente bueno” y yo dije: “Sí, es realmente buena”. Pensé que era sólo su error, pero luego otro estudiante repitió: “Sí, es un buen escritor”. Esta situación me llevó a pensar en las performatividades de género hegemónicas que Butler (1988) discute, en las que los momentos de éxito podrían atribuirse a los hombres.