Desde que Edgar Allan Poe sentó sus reglas fundamentales a mediados del siglo XIX, el género policíaco ha evolucionado desde las formas más clásicas —la resolución de un enigma o un crimen, el acertijo y los juegos de la inteligencia— hasta la inmersión en los mundos del hampa, los laberintos urbanos y suburbanos donde imperan el crimen y la descomposición social. Esta transición de la novela policíaca a la narrativa negra y criminal la encontramos no solo en las narrativas nórdicas, europeas y del Lejano Oriente, sino también en América Latina en la obra de escritores como Jorge Luis Borges, Adolfo Bioy Casares, Marco Danevi y, más recientemente, Ricardo Piglia, Leonardo Padura, Paco Ignacio Taibo II y Santiago Roncagliolo.
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