
Cuando un profesor universitario ingresa a la carrera docente lo embarga una enorme emoción y expectativa por el tamaño de la tarea que afronta. La ilusión de entrar a una universidad pública y de proyectar en el tiempo y en la distancia el despliegue de actividades e iniciativas académicas, representa una alegría particular que combina, por un lado, la convicción de dedicarse a aquello que le gusta y le apasiona, y por otro, cierto placer por la garantía de una estabilidad laboral, en una sociedad que precisamente ofrece mayoritariamente unas condiciones de empleo signadas por la precarización y el desgano, aspectos que no son ajenos al mercado docente. (...)
Published the
Redes Sociales DIE-UD