Por mucho tiempo los historiadores fueron reacios a abordar su presente, defendieron la importancia de pronunciarse sobre hechos a partir del establecimiento de una distancia prudente en el tiempo bajo el argumento de sopesar argumentos y decantar pruebas. Sin embargo hoy, en forma creciente, acontecimientos de reciente detonación han venido preocupando la labor de historiadores en una disputa territorial con otros cientistas sociales, “asunto que no ha estado exento de debates de carácter disciplinar respecto a quién corresponden este recorte temporal de lo social” (Herrera & Ortega, 2012, pág. 13). Tal debate se ha traslado también a la enseñanza de la historia, cuyo abordaje de elementos de la realidad reciente agudiza la polémica en tanto dichos acontecimientos hacen parte de la memoria por su carácter político y por su vigencia actual. No solo muchos de los protagonistas de estos eventos aún están vivos, sino que están sobre todo vivos en las memorias de grupos y comunidades que consideran que hay víctimas sin identificar, crímenes impunes, victimarios sin juzgar e historias por contar. En suma, hablamos de un pasado que se resiste a pasar.
Published the
Redes Sociales DIE-UD