
Educar quiere decir, etimológicamente hablando, conducir, guiar hacia alguna parte. Pero ese conducir y su meta entrañan también su propia desviación: el conductismo, esa respuesta mecánica al estímulo externo; lo cual podría ser un vicio, conjurable bajo la perspectiva de una educación crítica.
Conducir u orientar son verbos que sugieren la idea de un faro para la exploración de nuevos terrenos; del bosque por ejemplo, de la montaña o el río; en donde se encuentran lugares identificables, pero así mismo zonas de riesgo, collados inhóspitos y desconocidos; toda una metáfora sobre la aventura, que encierra moralmente la asimilación de códigos de actuación y, al mismo tiempo, el hecho desconcertante del descubrimiento, ejercicio antrópico que ensancha el conocimiento y abre las puertas de las ciencias. (....)
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