Desde la década pasada las políticas públicas de los países de América Latina han proclamado la lucha contra la desigualdad y su compro- miso por lograr una educación de calidad en el marco de la equidad y la inclusión. A pesar de ello, la situación de desigualdad se mantiene o se profundiza. El modelo educativo implementado ha llevado a que la educación sea un factor determinante de desigualdad, ya que el privilegio y la aceptación de las prácticas excluyentes y homogeneizantes han contribuido en gran medida a mantener la pobreza, la injusticia y la exclusión social no sólo reproduciéndolas objetivamente sino, además, justificándolas como estados que experimentan los individuos en consonancia con sus desempeños escolares (IESAL, 2008). De otro lado, las mismas políticas y la literatura asignan a la formación de profesores y su desempeño posterior un potencial muy importante para promover los cambios y las transformaciones que el sistema educativo requiere, para cumplir las metas de equidad e inclusión (...)
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