El teatro del oprimido como práctica de Comunicación-Educación capaz de incidir en los imaginarios sociales

La comunicación, campo de conocimiento en construcción que ha tenido una evolución propia paralela a la historia moderna, ha sido entendida como la que facilita la construcción de comunidad, la que permite la transmisión de un mensaje y, ahora, en Latinoamérica, la que posibilita el diálogo. Aunque la comunicación de la academia se sigue interesando más por los medios masivos y la educación institucionalizada, las cuales reproducen dinámicas homogeneizantes, estas atraviesan profundas crisis, causadas por la desestabilización de los conceptos que se daban por ciertos; así, la verdad, el tiempo, el espacio, el lenguaje y el conocimiento se cuestionan y se vislumbran múltiples posibilidades de ser y de hacer. Esta “debilidad” constituye la “fuerza” de la propuesta de la Comunicación-Educación que rescata las prácticas, los saberes y los discursos sociales que circulan en la cultura y cuya legitimación está dada por la cotidianidad.

Una de esas prácticas generadoras de discursos sociales desestimados por la comunicación tradicional es el teatro; en particular, el social, que es hecho por la gente, por personas que no necesariamente se denominan o tienen formación como artistas, realizado en espacios no precisamente teatrales y que en forma y contenido buscan plasmar la realidad de cada público/comunidad, logrando objetivos de participación e interpelación constante con los individuos o los colectivos con el potencial emancipador y de cambio social que subyace en el arte.

Es de anotar que para la comunicación social el valor político del teatro es desconocido; para la educación es una herramienta didáctica poco explorada y, para el mismo teatro tradicional, es una manifestación de baja calidad estética, incluso denominado “parateatro” (Proaño, 2013, p. 24). Así, hablar de Teatro Social es enfrentarse a una sucesión de invisibilizaciones, que van desde la academia hasta el ámbito mismo de las artes y, dentro del teatro, el de carácter social, es el más relegado, el más desdeñado, pues hay quienes piensan que el arte debe ser estilizado y realizado por profesionales, no por gente “cualquiera”, de “cualquier manera” o en “cualquier espacio”. En ese sentido el Teatro del Oprimido cuestiona al mismo Teatro.

Tanto las epistemologías latinoamericanas como el Teatro Social cuentan con una identidad propia que viene de la misma corriente de la Pedagogía del Oprimido. En el caso del Teatro del Oprimido, sin saber, es una reivindicación del arte en los campos de la comunicación y la educación configurándose como una fórmula poco explorada y cuestionada por su carácter transgresivo a lo tradicional que le da ese carácter de invisibilizado o subvalorado y por la resistencia que representa ante las formas hegemónicas de transformar imaginarios, y así, las situaciones de opresión.

Datos
Titulo: 
El teatro del oprimido como práctica de Comunicación-Educación capaz de incidir en los imaginarios sociales
Autor(es): 
Andrea del Pilar Forero Hurtado
Titulo del Libro: 
Comunicación-Educación en contextos de globalización, neoliberalismo y resistencia
Pais: 
Colombia
Editorial: 
Universidad Distrital Francisco José de Caldas
ISBN: 
978-958-787-202-6
Paginas: 
105-118
Año: 
2020