
América Latina está siendo recorrida por una curiosa idea que invade, también, escenarios destinados a la formación superior. Interrogarnos por aquella idea hoy popularizada: “es necesario reformar la universidad”. Expresada desde flancos distintos y variadas agendas, impone necesarias preguntas: comprendemos ¿qué es una universidad? ¿Sabemos cuál es su estatuto? ¿Vislumbramos en las propuestas de transformación que está en juego?
Dada la ostensiva presencia de instituciones educativas de nivel superior en la sociedad de hoy, a todo el mundo le parece que cuenta con una idea suficiente de lo que es una universidad o, mejor aún, de aquello que debería ser. Referirnos genéricamente a la universidad puede, incluso, pasar por alto que, al ser erigida como objeto de estudio, varias tradiciones intelectuales han hecho significativas discusiones. Por ejemplo, gracias a ser una de las instituciones más antiguas de la humanidad es asumida como objeto de indagación por la historia. El tiempo, objeto de investigación de la historia como disciplina, nos arroja una creciente importancia de las universidades en las modernas sociedades. Desde esta perspectiva percibimos, además, su variabilidad, sus transformaciones.
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