Como lo sostiene Callicott, Crowder, y Munford (1999) es posible conceptualizar la biodiversidad y la conservación en dos grandes posicionamientos filosóficos: el composicionalismo, y el funcionalismo. La primera concibe la naturaleza básicamente mediante la ecología evolutiva en jerarquías biológicas de organismos en especies y poblaciones interactuando en comunidades bióticas, y considera al Homo Sapiens separado de la naturaleza; la segunda concibe a la naturaleza mediante la ecología de ecosistemas basada en flujos de energía termodinámica, ciclos de nutrientes y una ontología de procesos y funciones, y considera al Homo Sapiens como parte de la naturaleza, enfatizando en la salud ecosistémica, servicios ecológicos, rehabilitación ecológica, manejo adaptativo y ecosistémico, y desarrollo sostenible.
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