Frases como “¿En qué piensas?”, “¿Me estás escuchando?”, “¡Mírame, te estoy hablando!” “Tú no me comprendes” o “¿Decías?”, “No exageres”, “No dramatices”, se repiten a diar io en el proceso de comunicación entre hombres y mujeres. A la mujer se le acusa de hablar demasiado, de decir cosas sin importancia y de querer siempre saber lo que piensa el otro. Al hombre, por el contrario, se le reprocha su parquedad en la expresión, su falta de interés por la conversación y el no cumplir ciertas reglas de cooperación, como asentir, observar al interlocutor y mostrarse interesado.
Estos hechos que hacen parte de la cotidianidad evidencian diferencias en los comportamientos lingüísticos entre hombres y mujeres. Pero, más allá de este saber cotidiano, ¿existen diferencias fundamentales en el habla del hombre y la mujer que permitan referirse a un habla masculina y un habla femenina? Y de ser así, ¿cuáles serán las causas de este hecho? De estos y otros interrogantes más pretenden dar cuenta los estudios de género.
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