Estereotipos y prejuicios étnicos y raciales

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Foto de Sandra Soler en la página del DIE-UD
Sandra Soler Castillo
Doctorado Interinstitucional en Educación

Han cogido la cosa,
que pa’ reírse se burlan de mí
han cogido la cosa,
que pa’ reírse me agarran a mí.

Que tengo grande la boca y la nariz,
que nada bueno no me encuentran a mí
que yo soy prieto, que soy carabalí,
pero orgulloso me siento yo así.
(Canción del grupo Niche)

Una de las funciones del lenguaje se relaciona con su capacidad de representar la realidad. Las personas usan el lenguaje para adquirir, articular o modificar su conocimiento del mundo y de las personas que lo integran. Las representaciones son marcos compartidos de ideas que dan sentido, organizan las interpretaciones y regulan las prácticas sociales de los grupos y sus miembros. Se organizan en tradiciones epistémicas en forma de conocimientos, opiniones, creencias, valores, etc.

Los estereotipos y los prejuicios también son representaciones de los individuos y grupos sociales pero construidos a partir de imágenes fijas que constituyen una visión deformada y simplificada del Otro. Sin embargo, no se trata de conceptos equivalentes. Como señalan Amossy y Herschberg, en esta relación y a modo de ejemplificación: “Podemos decir que el estereotipo del negro, del japonés o del alemán es la imagen colectiva que circula de los mismos, el conjunto de rasgos característicos que se les atribuye. El prejuicio sería la tendencia a juzgar desfavorablemente a un negro, un japonés o un alemán por el solo hecho de pertenecer  a un grupo”1.

A esta partición se añade, además, el concepto de actitud que remite a la posición que adopta el individuo o colectivo hacia otro individuo u otro colectivo . En consecuencia, se estructura la teoría tripartita compuesta por el componente cognitivo (el estereotipo), el afectivo (el prejuicio) y el comportamental (la actitud o la discriminación). Señalan las autoras de manera bastante ilustrativa que: “presentar a un negro como perezoso e irresponsable remite al estereotipo, manifestarle desprecio u hostilidad remite, en cambio, al prejuicio; y negarle, a causa de esto, el acceso a un cargo constituye un acto de discriminación”2.

Figura 1. Estereotipos, prejuicios y actitudes
Figura que relaciona estereotipos, prejuicios y actitudes

Uno de los instrumentos más eficaces para la transmisión de estereotipos es la lengua. En general, puede decirse que los estereotipos, caracterizados por ser esquemas muy compartidos por los miembros de una sociedad, son preconstruidos, ya que el individuo los recibe a través de la lengua y el ámbito sociocultural en el que se desenvuelve. Existen los denominados estereotipos de pensamiento, que son esquemas conceptuales más o menos fijos que se transmiten culturalmente, y los estereotipos lingüísticos, que son estereotipos de pensamiento fijados en fórmulas o expresiones lingüísticas determinadas, como la selección léxica que hace el hablante para referirse al ‘otro’, el uso de frases o expresiones hechas del tipo refranes o modismos, los dichos populares, los chistes, etc.

A continuación, me propongo, en primer lugar, ahondar un poco más en el tema y tratar de sistematizar y establecer los contenidos de los estereotipos étnicos y raciales más frecuentes; la descripción se hace a partir de la revisión de textos de diverso orden como refraneros colombianos, obras literarias y artículos académicos. En segundo lugar, hablaré del papel de la escuela en la lucha contra los estereotipos y prejuicios, como formas de discriminación y exclusión.

ESTEREOTIPOS ÉTNICOS Y RACIALES EN COLOMBIA3

Estereotipos referidos a aspectos sicológicos

Este tipo de estereotipos hace referencia a supuestos rasgos del carácter de las personas pertenecientes a las comunidades étnicas, en este caso, afrodescendientes e indígenas. 

Carácter voluble

Los estereotipos aquí aluden a personas en las que no se puede confiar, a las que se les atribuye un carácter voluble y desagradecido, que se hacen evidentes en refranes del tipo:

“Indio comido, indio ido”4

También son frecuentes ideas relacionadas con el carácter traicionero, (asìmismo extensibles a otros grupos sociales como las mujeres):

“Indio, mula y mujer, si no te la han hecho, te la van a hacer”5

Pereza y espíritu poco trabajador

Este estereotipo es muy frecuente y de uso generalizado y se relaciona con una supuesta pereza, desidia y poco deseo de trabajar, sobre todo, asociado a los grupos afrodescendientes. Recientemente, lo hemos visto en los medios de comunicación cuando se culpa a las personas negras de su pobreza; se les atribuye una falta de deseo de superación, un exceso de holgazanería y la idea de que viven en una constante fiesta y despreocupación.

También es frecuente el estereotipo que construye a las personas negras como corruptas cuando alcanzan algún tipo de trabajo con cierto grado de poder, en especial en la política y la administración pública.

“Negro con cargo, se pierde el cargo y se pierde el negro”6}

Estereotipos referidos a aspectos sociales: imposibilidad de mezcla interétnica

A pesar de que Colombia se declara constitucionalmente una nación multiétnica y pluricultural, la idea que subyace es la separación de estos grupos en una especie de “juntos, pero no revueltos”.

“Los negros son negros y los blancos, blancos. Los negros a la cocina y los blancos a la tarima”7

Tradicionalmente se ha creído que las mezclas raciales, en especial, de personas blancas y mestizas con negras, produce un retroceso biológico o un paso atrás en el proceso de purificación o blanqueamiento de las razas:

Cada vez que me acuerdo
Que tuve un amor mulato
No sé cómo no me tiro
Contra un colchón y me mato8.

Estereotipos referidos a las características físicas: el olor

El olor es un componente importante de la construcción moral de la realidad. Anthony Synnot señala que “los olores, reales, o imaginarios, pueden servir para legitimar desigualdades de clase y raciales, y son uno de los criterios utilizados para imponerle una identidad moral negativa a una población en particular”9.

Uno de los estereotipos más frecuentes es aquel referido al olor de las mujeres de piel negra, a quienes se les asigna un supuesto “mal olor” o un “olor fuerte”, olor que en ocasiones se enfatiza denominándolo hedor.

“No hay negra que mal no huela10

Incluso, el nobel de literatura, Gabriel García Márquez, hace referencia a este estereotipo en su novela El amor en los tiempos del cólera. El hecho es narrado en el episodio en que Fermina Daza se da cuenta de que el doctor Urbino le es infiel, al identificar el olor de su ropa interior. En el pasaje Fermina Daza, señala:

“[…] y lo peor de todo, carajo: con una negra. Él corrigió “mulata” […] -es la misma vaina –dijo-, y sólo ahora lo entiendo: era un olor de negra”11.

Estereotipos referidos a aspectos culturales

A finales del siglo XIX, se instaló en Colombia la idea de una nación, una religión, una lengua. Una sociedad homogénea con unas prácticas consideradas correctas y válidas para todo un pueblo y en la que lo que salía de ese orden, adquiría características negativas y poco deseables que obstaculizarían el acceso a la civilización y el progreso.

La religión

Durante muchos años, incluso siglos, en Colombia, la religión católica fue la única aceptada y elevada al carácter de religión. Las creencias religiosas de los pueblos indígenas y afrodescendientes se catalogaron como mitos o supersticiones. El sincretismo religioso africano fue interpretado como ‘mescolanzas’, más cercanas a la brujería o a la magia que a la religión. Así, las personas que profesaban esas variedades de fe fueron estereotipadas como supersticiosas, brujas o hechiceras, tal como lo señalara Carrasquilla, en su famosa novela costumbrista La Marquesa de Yolombó:

[…] Los terribles genios del África no dejan en paz a los negros, arrancados de su suelo por los civilizados, cazadores de hombres. Con los barcos negreros han atravesado el Atlántico Océano para venir a colonizar estos montes intertropicales de los Andes, a oír sus nombres traducidos al castellano, a mezclarse con las deidades indígenas. Aquí habita lo más ínclito de su corte infernal y selvática”12.

Las costumbres musicales

Las ideas del Otro también se refieren a sus manifestaciones artísticas. Existe una antigua y arraigada tradición de descalificar y discriminar al Otro por el tipo de música que realiza o escucha o por el tipo de baile que practica. En Colombia, en general, los ritmos andinos son más valorados que los de las costas. Consuelo Posada Giraldo nos ilustra este hecho, al presentar en su estudio sobre los estereotipos en la música, el caso de un ilustre profesor del Conservatorio Nacional que, a mediados del siglo XX, se expresaba así de la cumbia:

“Samudio califica como simiesca la rumba y las melodías afines y se preguntaba si debemos expedirle carta de naturaleza en nuestro folclore a estos aires que constituyen una tentativa de la humanidad a la regresión animal. Para él, la rumba pertenecía a la música negra y traducía fielmente el primitivismo sentimental de los africanos”13.

Estas ideas de vieja tradición se han mantenido y llegan hasta nuestros días. La música de las costas se considera “música para negros”. Concluye la autora citando el conocido refrán:

“Ni el arroz con coco es comida, ni el vallenato es música, ni el costeño es gente”14.

EL PAPEL DE LA ESCUELA FRENTE A LA TRANSMISIÓN DE ESTEREOTIPOS Y PREJUICIOS

Los estereotipos y los prejuicios hacen parte de los imaginarios y representaciones que rondan la escuela y, en ocasiones, se asumen como verdades. En ese sentido, como educadores, es importante que nos preguntemos cuál ha sido el papel de la escuela en la reproducción de los estereotipos racistas, excluyentes y discriminatorios y cómo podemos transformar esta realidad que continúa posicionando unos grupos sobre otros, considerados inferiores y deficitarios. Es trabajo de la escuela reflexionar sobre estas prácticas, hacerlas visibles, identificar actores y establecer responsabilidades históricas, incluida nuestra propia responsabilidad.

La escuela ha permitido y permite violencias físicas y simbólicas, normaliza prácticas que deberían combatirse, comportamientos agresivos a través de insultos, chistes o burlas, prácticas que degradan, humillan, hieren y afectan la autoestima de parte del estudiantado. Habría que comenzar, entonces, por desnormalizar estos comportamientos para establecer un proceso de sensibilización hacia las diferencias. Es necesario tomar conciencia, cuestionar y reflexionar de manera crítica sobre el papel de la escuela en la producción y reproducción de estereotipos que generan desigualdades por factores como el color de la piel, el género, la orientación sexual, las características físicas o por cualquier otro tipo.

Aceptar los estereotipos es la vía más fácil para aproximarnos al Otro. Sin embargo, también es la vía más rápida hacia el prejuicio, las malinterpretaciones y el desconocimiento. Una pedagogía basada en el reconocimiento de las diferencias supone un cierto esfuerzo, dar un paso más allá, paso que, de hecho, nosotros como maestros estamos obligados a dar. Tenemos un compromiso con el conocimiento. Frente a los estereotipos, debe plantearse la sospecha, el recelo y la incredulidad. Estos no pueden ni deben ser la respuesta frente a lo desconocido o lo diferente. De allí la necesidad de desarrollar estrategias que conduzcan al pensamiento crítico, que indaguen, cuestionen y profundicen en los supuestos de verdad de los estereotipos. Somos responsables de lo que pasa en las aulas y las escuelas. Estas deben constituirse en escenarios donde primen la interacción respetuosa, el buen decir, el conocimiento y el reconocimiento; que conduzcan no solo al acogimiento de las diferencias sino a su celebración.

Las escuelas, con demasiada frecuencia, confunden los estereotipos con el conocimiento. Creemos que todo lo que se transmite en las escuelas es conocimiento y no es así. El profesorado necesita desarrollar estrategias que le permitan diferenciar lo uno de lo otro. En ocasiones, algunos de los contenidos desarrollados reproducen más estereotipos y prejuicios que conocimientos. Se requiere entonces reflexionar de manera crítica sobre los contenidos curriculares y su transmisión a través de dispositivos didácticos. Cabe cuestionarnos ¿por qué las personas negras se representan asociadas mayoritariamente a los deportes o la música y no a otras profesiones?, ¿por qué se asocian más al pasado que al presente?, ¿por qué no se nombran como agentes activos en la construcción del país?, ¿por qué continentes como el africano se asocian siempre con la pobreza y el atraso?, ¿por qué no distinguimos entre los diversos países africanos y reproducimos la idea de África como un país? o ¿por qué no citamos intelectuales, investigadores o escritores negros?, por mencionar tan solo algunas entre tantas otras preguntas por hacer.

Las prácticas pedagógicas también suelen ser lugares donde habitan los estereotipos. El profesorado, como parte constituyente de la sociedad, también ha construido estereotipos que en muchas ocasiones generan prejuicios y conductas discriminatorias. Habría, entonces, que hacer un examen autoreflexivo al respecto. Plantearse preguntas del tipo: ¿qué tanto conozco a los grupos étnicos que hacen parte de mi entorno escolar?, ¿mis opiniones de ellos dependen del conocimiento o de los estereotipos? De igual manera, es necesario reflexionar sobre la manera cómo me relaciono con el alumnado: ¿trato de igual manera a los hombres y a las mujeres y a otras identidades de género?, ¿valoro más algunas opiniones que otras de acuerdo a características diferenciales, étnicas o culturales del estudiantado?, ¿asigno iguales expectativas académicas a todo el estudiantado?

Urge en Colombia la implementación de programas de educación inter y multicultural que nos enseñen no sólo a reconocer y respetar las diferencias culturales, sino y, sobre todo, que nos permitan posicionar como válidos otros modos de ser, saber y hacer que se alejen de la lógica racial, colonial y excluyente que ha dominado el pensamiento moderno.

  • 1. Amossy, R. y Herschberg, A. (2005). Estereotipos y clichés. Buenos Aires: Eudeba. P.39.
  • 2. Ibídem.
  • 3. Este texto retoma y desarrolla algunas ideas de la autora, expuestas en Soler, S. (2012). Lengua, Folclor y racismo. Estereotipos comunes sobre los grupos étnicos colombianos. Disponible en: "https://www.academia.edu/14852009/Lengua_folclor_y_racismo._Estereotipos..."
  • 4. García, C. y Muñoz, C. (1996). Refranero antioqueño. Medellín: Universidad de Antioquia. P. 78.
  • 5. Pinzón, C. y Fandiño, G. (1973). Dichos y refranes oídos en Colombia. Bogotá: Instituto colombiano de antropología. P. 57.
  • 6. Pinzón, C. y Fandiño, G. (1973). Dichos y refranes oídos en Colombia. Bogotá: Instituto colombiano de antropología. P. 57.
  • 7. Citado en Restrepo, J. (1955). El cancionero de Antioquía. Medellín: Bedout. P. 12.
  • 8. Restrepo. Op cit. P. 144.
  • 9. Synott, A (2003). Sociología del olor. En Revista mexicana de sociología, año 65, No. 2. P. 440.
  • 10. Sierra. Op. Cit. P 159.
  • 11. García Márquez, G (2002). El amor en los tiempos del cólera. Bogotá: Oveja negra. P. 338.
  • 12. Restrepo, Op. Cit. P.536.
  • 13. Posada, C. (2000). Mirada política a las primeras recopilaciones de poesía popular en los años cuarenta. En Estudios de literatura colombiana. N. 6. P.6.
  • 14. Ibíd. 38.