Uno de los signos de nuestro tiempo es, sin lugar a dudas, la importancia que ha cobrado el lenguaje; a prudente distancia de la lingüística y sus manifestaciones inmediatas – estructuralismo y generativismo– la conciencia que los estudiosos han cobrado de él significa, entre muchas otras cosas, la ruptura con la representación. Dado que son muchos los elementos por considerar, de primera mano podemos anotar que esa ruptura se manifiesta en la distancia frente al paradigma de la demostración y los métodos de la ciencia y el interés que se ha mostrado en la comprensión de la acción como modo de ser y de hacer del ser humano.

A partir de ahí, son múltiples las manifestaciones que, vinculadas con el ‘giro lingüístico’, ha mostrado esta crisis. Pasando de largo por las formas asumidas por el ‘giro’, lo cierto es que damos de lleno con la hermenéutica como verdadera koiné de nuestra época (Vattimo), así como con la exigencia de dar argumentos como garantía pragmática de verdad, lo que, entre otras cosas, configura un mundo de acción concentrado en contextos, cercano al hombre, alejado de lo trascendental.