La fenomenología como ciencia de las esencias se ha constituido, con todo derecho, en una perspectiva válida a la hora de adentrarnos en el estudio y comprensión del fenómeno literario. Una novela no es un producto extraño o marginal a la cultura o una creación al margen de sus más profundas y palpitantes realidades. Es, por el contrario, la expresión simbólica y enriquecedora de una conciencia que acepta la aventura de adentrarse y desplegarse hacia los horizontes de la historia y la cultura de los pueblos para iluminar su devenir en el tiempo y en el espacio, y constituir sentidos posibles sobre las maneras infinitas en que se nos puede donar el mundo de la vida. Desde las propuestas de la fenomenología, la obra literaria, en sus posibles configuraciones, relaciones y escorzos, se pone en diálogo, gracias al acto de la lectura, con el complejo mundo de la existencia de los individuos. Surge, entonces, un universo de sentidos, de tonos y sensaciones que como nuevas vivencias inducen al lector a formas de comprensión profundas y auténticas no sólo de la obra en cuanto tal sino de la existencia misma. En el presente texto se pone en evidencia pues, el hecho de que, por conocida o estudiada que sea o que haya sido una obra literaria o un autor determinado, existe la posibilidad de nuevas aperturas y despliegues de sentido que hacen de las obras fenómenos siempre presentes y actuales en el vasto territorio de la cultura humana.