“La memoria es un continente apátrida que cuestiona los relatos de nación vigentes, suspende las fronteras marcadas por el moderno concepto de Estado-nación, y permanece siempre vigilante ante la perversión que dicha memoria puede sufrir cuando se instrumentaliza en provecho de beligerancias nacionalistas. Recuerda que la llamada justicia global tiene una dimensión no sólo espacial sino también temporal, y que la responsabilidad histórica puesta en juego por ésta última convoca a los sujetos del presente también como herederos del pasado. Es en definitiva ‘global’ en el sentido de que despeja las condiciones de posibilidad de un concepto no excluyente de universalidad, basado en la autoridad moral y en la revelación epistemológica del sufrimiento…” Antolín Sánchez, Perder la guerra, ganar la paz, 2010.
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