A lo largo de los últimos cuatro siglos, los niños han sido asumidos como sujetos de prescripción y como objetos de estudio. A partir de un lento proceso de objetivación e individualización ocurrido durante este periodo de tiempo, las prescripciones han pretendido que las conductas de los niños se adapten a los patrones morales predominantes. Así mismo, los conocimientos y los discursos sociales sobre ellos, particularmente producidos por expertos, gobiernos, figuras religiosas y medios de comunicación, se han dirigido principalmente hacia aspectos como los límites etarios que los caracterizan conforme a condiciones psicobiológicas y grupos de edad, los modos como deben actuar física y mentalmente, las acciones que se deben implementar en caso de eventuales alteraciones, y complejas interpretaciones acerca de procesos vitales que los involucran, como la crianza, la socialización y la educación.
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