Los discursos vinculados al racismo y al apartheid no se han reducido durante las épocas de crisis. Podríamos pensar ingenuamente que, ante un problema global como la pandemia, las culturas locales focalizan toda su atención para detener sus efectos mientras que dejan en suspenso otros conflictos que pasarían a un segundo plano. Pero no es así. Una investigación sobre la reaparición o incluso la intensificación de los procesos raciales y discriminatorios en épocas de plena crisis puede arrojar resultados completamente opuestos a nuestras expectativas. Dentro de este marco general, he querido abordar el caso reciente del asesinato racial de George Floyd en el estado de Minneapolis (EE. UU.) y los lenguajes de artificación y contagio que se han generado y viralizado en las redes globales. Sobre todo, en el ámbito de la performatividad social que asume un acontecimiento de este tipo al subirse al espacio de las intermediaciones de la social web: una serie de acciones civiles de las políticas del cuerpo y paralelamente de lenguajes visuales y gráficos articulados a partir de la frase “I can’t breathe”. Un enunciado performativo que se conecta isotópicamente con la figura de la respiración obstruida en el uso de las mascarillas anticovid y además como síntoma del contagio. Quizás sea esta última figura la que pueda semióticamente cubrir en principio la coherencia de un posible recorrido de lectura en la cual se entrelazan tres discursos considerados como contagios expansivos: el racismo, la pandemia, la revuelta cultural. Este ensayo es al mismo tiempo un tributo personal a Paolo Fabbri (amigo y profesor) de quien escuché, en una conversación personal y hace algunos años, el tema de las artificaciones contemporáneas a través de los media y las plataformas de interactividad y comunicación social.