Situar la oralidad como objeto de estudio en la dimensión instituyente (Castoriadis, 1997), implica indagar por su naturaleza y las distintas maneras como se ha venido actualizando en el contexto sociocultural a lo largo de la historia, no sin antes precisar que el término «oralidad» empieza a usarse desde las postrimerías del siglo XX, y poco a poco se ha filtrado de manera natural, aunque a veces con un sentido teórico difuso (en tanto entidad abstracta) en el discurso de quienes se ocupan del estudio de esta modalidad del lenguaje.
Por ello, cuando se hace referencia a la oralidad, se alude a: «cultura oral», «mundo oral», «composición oral», «la cuestión oral», «lo oral», «la expresión oral», «la comunicación oral», «la palabra hablada», «la lengua hablada», «el habla», entre otras. Estas alusiones se vinculan con la actividad lingüística, artística, social y cultural, cuya complejidad obedece a que la noción de oralidad se encuentra diseminada en diferentes campos disciplinares relacionados con las ciencias sociales, las ciencias del lenguaje y la comunicación, la literatura y la educación.
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