En las ecologías míticas de Occidente, y bajo estrategias de texturas narrativas, el actante-monstruo asoma al lado del héroe como elemento constituyente de acciones sociales, adoptando casi siempre el rol de antagonista ético en los actos donde aparece. Ahora bien, si aceptamos que un mito es un discurso-narrativo cuyo objetivo es ayudar a la co-creación de sentido sociocultural a un mundo posible que no lo tiene, entonces debemos aceptar, sin más, que en el patrón narrativo, el monstruo asoma para sostener unos valores que sirven de apoyo para significar las relaciones humanas dentro de la lógica maniquea que nos mueve socialmente. Así las cosas, la dicotomía bueno-malo, seguida de otras connotadas como luz-oscuridad, positivo-negativo, constructivo-destructivo, arriba-abajo, etc., aparecen como un fundamento ideológico que, dentro de las sendas matrices actanciales de los relatos y los metarrelatos occidentales, estructura formas de comprender las relaciones entre sujetos y objetos en el mundo sociohistórico.
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